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martes, 9 de agosto de 2011

Conversacion de dos desconocidos

Es la primera cita desde hace mucho tiempo para ambos, han quedado en un lugar con muchas posibilidades. Si todo “va bien” después del café, pueden tomar algo en otro bar no muy lejano.
La hora elegida tampoco es por casualidad, son las 19:00, hora crítica porque se sitúa dentro de los límites horarios aceptados para un café, pero indica a su vez que se está dispuesto a seguir con la velada si todo marcha según lo positivamente previsto, y sino ocurriese tal cosa y la cita está más destinada a la muerte que a que se continúe , pues entonces se puede recurrir a la excusa más común y menos dolorosa:

“ Ha sido un placer pero he quedado con un amigos que no los veo de hace tiempo para cenar…llámame y quedamos otro diíta.” Subrayo diíta porque en este contexto significa; gracias pero nunca se volverá a repetir esto. Y cada uno se vuelve a su casa retomando historias del pasado.

Bueno, en fin, un café no es nada casual y en esta cita no iba ser menos…charlan animadamente de estudios, futuros, música y cine, temas muy trillados pero siguen siendo útiles para recabar un poco de información sobre la otra persona sin ser demasiados directo y no se les pueda tachar de “loco cotilla”.

Pero llega el momento más decisivo; el café, que siempre sabe a rayos, se está acabando, fumar más cigarros supondría ya un claro indicador de nerviosismo…deben decidir si continuar o dejarlo ahí…
El chico se siento con la responsabilidad de tomar las riendas del discurso o conversación, claro está, que esto todo esto son roles sociales y culturales. Así que es él quien tiene que dar el siguiente paso y sentirse rechazado o aceptado.

En un segundo piensa mil cosas, pero el pensamiento que le impulsa a pronunciar sus primeras palabras es que lleva mucho sin “echar un polvo” y demasiado tiempo sólo y absorbido por la monotonía. Necesita un poco de “locura” en su vida.

En el mismo tiempo, la chica se está haciendo pipí pero aguanta estoicamente porque sabe que está en el momento crítico de la velada. A la vez piensa que él no le gusta mucho, mecanismo de defensa ante un posible rechazo, y se olvida de ser ella la que del segundo paso. Es más, fue ella quien telefoneó para quedar. En la simbólica balanza de la justicia de las relaciones, el llamar primero le exime de toda responsabilidad para dar el siguiente paso decisivo. En el fondo, ella también tiene ganas de tener una noche sexual, ya está cansada de “noche de amigas” y necesita un tema con más posibilidades de explotación para esas noches de vino y comida con las compañeras, y el tamaño del pene de su acompañante darían largas horas de risas entre ellas….

Llega el momento…

Él se lanza con una pregunta poca elaborada pero que le permitirá saber en poco segundos se se continúa o no…
¿cuál es la mayor locura que has hecho por amor?
(silencio)
A ella el primer pensamiento que se le viene a la cabeza es que él definitivamente es idiota pero lo valora el gesto y decide darle una oportunidad y le sigue el juego. ( todo esto no es más que un juego de adultos…ya lo dijo Sabina; el amor es un juego donde un par de ciegos juegan hacerse daño)

Ella contesta con otra pregunta:
¿Qué hay en el amor que no tengo algo de locura? Él sonríe porque ya tiene el polvo asegurado además de una chavala interesante. Ella recibe la sonrisa y la entiende a la perfección, así que continúa con su respuesta:

Creemos estar locamente enamorados de alguien, pensamos que con una mirada nos convertimos en verdaderos telépatas, damos un significado ultra exagerado a un beso, pensamos y dotamos de misticismo cualquier palabra, hecho o gesto de la persona de la que nos estamos enamorando, separamos y valoramos más el acto sexual cuando es una persona querida que con otra, vivimos a veces, pendiente de una llamada, pasamos horas pensando en cómo sería un futuro con una persona que conocemos de tres meses, somos capaces de ver los fallos como pequeñas cosas sin importancia y a su vez somos capaces de situar “sus cosas buenas” a un nivel que ni los propios dioses romanos. Cuando sentimos el amor somos tan idiotas y reduccionista de pensar que hemos alcanzado la felicidad plena y que a partir de ahí todo lo que suceda no importa, pasamos horas pensando con qué vestirnos, otras mil pensando cómo actuar correctamente…y así una gran lista de cosas, a mi me parece que todo tiene algo de locura, hasta que dos desconocidos estén hablando de esto. Ríe y quita solemnidad al asunto.

Entonces, le toca a ella, decidida le propone ir a un bar de locos donde las cervezas están más baratas y el hombre del bar tiene una pinta muy graciosa. Él acepta encantado y a partir de ahí comienza la locura de estos dos desconocidos que convirtieron el bar de las cervezas y de locos en el lugar más romántico del mundo porque fueron capaces de hacerlo suyo.

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