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domingo, 30 de julio de 2017

El tiempo entre costuras

El ruido seco de un monopatín golpeando el cemento bastó para que aquella historia de amor moruno comenzase a impregnar los rincones encantados de  la tan querida plaza brasileña.

Se escondía entre los disfraces de los jóvenes y participaba de la fantasía de ser héroe de tierras todavía no conquistadas.

Se posaba, por sorpresa, en la risa adolescente. Inmortalizada, ella y la sonrisa, en el lugar más pintoresco y gracioso del parque.

Surcaba, junto las palomas, la fuente decorativa sin agua y perseguía rauda a los diminutos pedales que exploraban las trincheras  de aquella zona, por el sol castigada.

Se revivía en los besos frugales de los enamorados, refugiados éstos, en la promesa eterna de un amor de verano.

Y finalmente regresaban apresadas a casa cuando la niña retomaba el vaivén, el vaivén  de las letras  escritas los domingos en las plazas.




martes, 27 de junio de 2017

lectura


Siete noches y sus días se perdió entre los vericuetos de sus páginas. Historia, que se le desvelaba conforme sus manos se deslizaban por sus hojas. Humedeciéndose los dedos para asegurarse de que aquella secuencia era, la marcada por el escritor. 

Comprendió entonces que, necesitaría una inmensa paciencia para descubrir aquel misterio, pero no le importó, porque tenía el resto de su vida por delante.

Cada letra era saboreada como si fuera la primera vez que la pronunciase y, a veces, dejaba que el libro le susurrase algún verso, sólo, para complacerse con la cadencia de su voz.


Y así era como se entregaba cada noche a esa naturaleza escrita que pareciera envolverla en el más cálido de los abrazos.

inspirado en el cuento de Isabel Allende, "el palacio imaginado"

jueves, 22 de junio de 2017

Desenfocado

Historia 1.
Abrazada a su hijo y con la sonrisa desconfiada, daba vueltas sobre su propio eje recriminándose interiormente la elección de aquella fotógrafa para inmortalizar el primer año de su hijo.
Coreaban la canción de cumpleaños feliz para ver si el bebé entraba en aquel clima de felicidad  Canon.
La fotógrafa pedía casa vez más posturas, más adecuadas para malabaristas consagrados  que para  padres primerizos.
El niño, ajeno a tanta alegría desenfocada bostezaba y fingía sonreír  con el fin de que aquel ensayo terminase cuanto antes y pudiera de nuevo correr atrás del rabo del perrito juguetón.

Historia 2
La fotógrafa, esperando conseguir la portada del álbum del primer año, bailaba y agitaba una muñeca de peluche  con la intención de que la  pequeña larissa se sintiera atraída por los pasos de aquel ritmo latino pegadizo. Pero, muy a pesar de la retratista, Larisa ya había elegido su juguete del día y nada era tan atrayente y divertido como la funda negra de protección de la camara.

Colores

AMARILLO
Pasan los meses, y los afiches que decoraban la ilusión de inicio de año se amarillearon como la pared, como los dedos del cigarro, y como los sueños que se esfumaron.
VERDE
Brotaba con fuerza la hierba tímida. A su alrededor, ella la primera. Verde fresco de quien comienza. Verde de la esperanza que nace de la propia tierra.
BLANCO
Caía la nieve para cubrir la huella. Dejar de nuevo el paisaje inmaculado como la hoja en blanco, la sala de espera y los vestidos de quienes aguardan en el altar, la vida entera.
NEGRO
Con las manos abiertas se acercaron al calor de la candela. Refugio de la madrugada severa. Al amanecer, solo las cenizas como reminiscencia. Negro el carbón, como el cerco dejado por la hoguera, como los amores consumidos en las llamas avivadas de la noche eterna.
AZUL
Cubrió su cuerpo sin réplica con las sábanas para los duplicados. Cerró los ojos y se dejó llevar por el azul de la almohada, salándose, como el mar las heridas de los naufragos.
ROJO
Se pellizcó las mejillas. Selló con cuidado, de rojo sus labios. Guiñó el ojo a su yo del espejo. Ese día, sería en el que Troya en llamas ardería.

miércoles, 21 de junio de 2017

MALABARES



Miró al cielo, evitando que la luz cegadora del mediodía le impidiera perder de vista a la pequeña pelota roja.
La gravedad y la habilidad adquirida en los pocos años de vida que llevaba en esta tierra, hizo que, con maestría y picardía su mano izquierda atrapara la pelota. Para lanzar justo después, la otra pelota verde.
Y así, con la mirada en el cielo y la mano abierta, se divertía. A veces, lo intentaba con cuatro pelotas e incluso, se atrevía a lanzarla por debajo de la pierna los días que sentía que dominaba la técnica.
En las mañanas más concurridas, se permitía dar un giro sobre su propio eje mientras las pelotas bailaban en el aire.
El calor no era impedimento, pues su mejor amigo le daba una botellita de agua a cambio de asistir su espectáculo. Entonces él, podía quedarse con las moneditas que ganaba.